Pactar con el gato
Ahí abajo, vosotros, muestrario de personajes de lo alto, cuando deambuláis por las calles, parece que os prima la ambición de ver cumplidos unos deseos estratégicos orientados a la consecución de satisfacción personal sobre la asunción de los valores humanos de quienes comparten espacio y vivencias; sea en reuniones a tres bandas en lugares públicos, sea en íntimos ambientes de pareja, sea entonando proclamas de diálogo ante receptivas audiencias.
Ahí abajo, también, siempre hay quien, independiente o solitario, a la búsqueda de su yo por definir, mira hacia arriba sin percatarse de lo que tiene tras de sí.
Aquí, fijaos bien, entre arriba y abajo, en la rama de este árbol en pleno barrio de vecindad sin más ventanas que por la que estáis mirando, me encuentro cual observador notario sujeto a pacto tal como reza la pintada mural del título. Tened presente que "con todo deseo viene una maldición", os lo recuerdo desde esta mi rama en el deshojado árbol de la vida, mientras veo con la perspectiva que me confiere mi instinto animal cómo algunos de vosotros vais depositando manipuladoramente sentimientos en quienes os rodean con la esperanzada convicción de que os sean devueltos al llegar a destino; no os sorprendáis, autostopistas emocionales, si el vehículo que os llevaba cambia de objetivo y os encontréis, de nuevo, solos, en el arcén o ante la ventanilla de secretaría.
Aquí, ahí, alrededor, todo son azoteas y tejados; un resbalón, un desliz en vuestro siguiente paso y la fuerza de la gravedad os puede hacer caer, y no todos sois gatos para disponer no ya de dos ojos de perspectiva sino de siete vidas de experiencia.
Por eso desde mi sensible e instintiva perspectiva felina, carente de felonía, os invito a que desde vuestro lado de la ventana mirador prestéis más atención a quienes os rodean y os fijéis en lo que hacen por vosotros para que, propiciando el toque humano, podáis escribir nuevas páginas en vuestro libro particular de sueños y así consigáis vuestra ansiada y maravillosa recompensa.