Mirando el cartel

 

  

sábado, octubre 28, 2006

El diablo viste de Prada

La base sustentadora se eleva del suelo todo lo que la física constructiva permite y la estética distintiva faculta.

Tamaño diseño, cual ente sin cabeza, no presenta puntera y se tiñe de un reflectante rojo sangre para que nos podamos ver reflejados como si de un diabólico espejo íntimo se tratara.

El talón se aleja del suelo, no para conjurar las debilidades de la base sino para evidenciar el inestable equilibrio de las alturas y el deslizante tobogán al que estará expuesto quien entre en tan estilista horma.

El punto de contacto con el suelo se convierte en un demoníaco pincho de aperitivo dirigido hacia los bustos de los personajes, vistos como olivas rellenas a las que ensartar para llevarselas al paladar. Según parece, hay dos cabezas objetivo destacado. Una, experimentada y posiblemente sabedora de la situación, no va a poder zafarse pues dos picos se ciernen sobre ella y uno está justo sobre el centro de su cabeza. La otra, en apariencia inexperta desconocedora de los entresijos pijos, puede que logre eludir la atracción gustativa de la ostentación pues el tercer pico la va a pillar de refilón y puede que sea la excepción que se zafe de la popular regla empírica de que la tercera va a la vencida.