Mirando el cartel

 

  

martes, abril 12, 2005

Frágil

Érase una vez un corazón aprisionado entre las abigarradas fantasías de una existencia aislada en la que la fabulación había ido supliendo las carencias afectivas. Érase una vez una flor que intentaba alcanzar las nubes sin más sustento que sus propias raíces pues no había tierra que la sostuviera y alimentara. La flor, cual submarinista en un mar sin tierra, utilizaba sus dos hojas como aletas impulsoras en su intento de alcanzar la superficie del océano de soledad que estaba endureciendo el oscuro corazón atrapado entre las abigarradas raíces retorcidas por la acción del vacío medio circundante. En su ascenso, pretendidamente liberador, extendía nuevas ramificaciones para absorber savia de la vertiente masculina y de la faceta femenina mientras luchaba por vencer la fuerza de la gravedad que la atraía hacia su pasado y se esforzaba por mantener el equilibrio anímico ante los vientos de cambio que soplaban en su derredor. Con el transcurrir del tiempo, la flor de 'érase una vez' ha llegado hasta nuestros días y la encontramos asida a la palabra frágil, parte estentórea y fragosa, parte callada y sutil, orientada al dictado imperante de unas supuestas referencias de belleza, éxito y felicidad, que nos llevan a hacer cosas distintas de lo que somos con el fin de ser admirados y amados. Y colorín colorado, este cuento aún no se ha acabado.