Hay calma en la azulada imagen que aparece entre las dos franjas negras que delimitan la zona de enganche comercial con el exitoso pasado próximo del director y la zona de título y créditos.
Si nos fijamos con atención, sobre la imagen, arriba y abajo, aparecen dos trazos negros que actúan a modo de gomas elásticas que mantienen fijado contra el oscuro fondo un desgarrado fragmento de papel en el que destaca la figura de un soldado que con su mano derecha sostiene en tierra una espada y en cuyo lado izquierdo se conforma el rostro de una bella mujer que nos mira con una mirada hipnótica. De este modo el cartel se convierte en atril que sostiene la imagen partitura desde la que el trovador contemporáneo va a articular la narración visual de una añeja metáfora.
Soplan vientos desde la derecha que orientan las banderas hacia el lado izquierdo del cartel. Al viento expone la espalda quien sostiene la espada que atraviesa los ejercitos de base y se hunde en el negro sustrato que la mantiene visible a modo de simbólica cruz tras la que se arremolinan soldados con torres de asalto.
Hay calma en el ojo del huracán.
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