Mirando el cartel

 

  

sábado, agosto 27, 2005

Sin City

La lluvia cae ligeramente inclinada y marca el ambiente húmedo y sórdido en dónde los personajes, ellos y ellas, sobreviven esgrimiendo sus armas, arrebatadoras de aliento las de unos y arrebatadoras de sentido las de otras, mientras mantienen el equilibrio sobre el desnivelado suelo, inapreciable, pero presente como barco escorado en plena tormenta.

Ellos tres, pistola en mano, simbolizan el triángulo director. Primero, abriendo marcha, el abuelo, marcado en la frente con la x de la marginación del cómic, pistola apuntando al suelo no porque esté rindiéndose sino, con casi total seguridad, porque va a rematar a bocajarro a quien se encuentra a sus pies y que no es necesario mostrar pero que, sin duda, se merece lo que le va a ocurrir (al fin y al cabo, el abuelo también es el guionista y no va a dejar una acción sin justificar, por activa o por pasiva). A su espalda, como convidado guardaespaldas y notarial activista de acontecimientos violentos, el impulsivo joven que ha hecho del apuntar a la cara su firma de autor. A la derecha, parcialmente oculto entre el abuelo rematador y la joven hipnotizadora, el discreto joven que se mantiene a la expectativa, pistola en guardia, de los acontecimientos que desencadenen sus colegas y, ¿porqué no?, puede que dispuesto a rematar a quien levante cabeza una vez hayan pasado sus dos colegas.

Ellas, dos, se bastan y sobran para representar las dos vertientes de la idealización femenina que el cómic les reserva: rubio contoneo hipnotizador, que distrae la atención del incauto para que sea rematado por quien aguarda camuflado al acecho, y oscura prestancia de pantera que, exuberante y mordiente, aguarda dispuesta a "comerse" a quien consiga atrevesar lo que media, la experiencia del abuelo y la impulsividad del joven.

Bajo los personajes se abre un halo de luz en torno a la figura con gabardina, despreocupadamente abierta, que pasea bajo una lluvia torrencial que cae procedente del abuelo y del rojo título que marca el cielo de unos créditos que se sustentan sobre la blanca, y no por ello menos cierta, frase de 'En los mejores cines'.