Sin City
Ellos tres, pistola en mano, simbolizan el triángulo director. Primero, abriendo marcha, el abuelo, marcado en la frente con la x de la marginación del cómic, pistola apuntando al suelo no porque esté rindiéndose sino, con casi total seguridad, porque va a rematar a bocajarro a quien se encuentra a sus pies y que no es necesario mostrar pero que, sin duda, se merece lo que le va a ocurrir (al fin y al cabo, el abuelo también es el guionista y no va a dejar una acción sin justificar, por activa o por pasiva). A su espalda, como convidado guardaespaldas y notarial activista de acontecimientos violentos, el impulsivo joven que ha hecho del apuntar a la cara su firma de autor. A la derecha, parcialmente oculto entre el abuelo rematador y la joven hipnotizadora, el discreto joven que se mantiene a la expectativa, pistola en guardia, de los acontecimientos que desencadenen sus colegas y, ¿porqué no?, puede que dispuesto a rematar a quien levante cabeza una vez hayan pasado sus dos colegas.
Ellas, dos, se bastan y sobran para representar las dos vertientes de la idealización femenina que el cómic les reserva: rubio contoneo hipnotizador, que distrae la atención del incauto para que sea rematado por quien aguarda camuflado al acecho, y oscura prestancia de pantera que, exuberante y mordiente, aguarda dispuesta a "comerse" a quien consiga atrevesar lo que media, la experiencia del abuelo y la impulsividad del joven.
Bajo los personajes se abre un halo de luz en torno a la figura con gabardina, despreocupadamente abierta, que pasea bajo una lluvia torrencial que cae procedente del abuelo y del rojo título que marca el cielo de unos créditos que se sustentan sobre la blanca, y no por ello menos cierta, frase de 'En los mejores cines'.