Código 46
El mundo de cada individuo abarca cinco continentes, tal como el mundo de todos, pero los límites unitarios pintan los barrotes de su vida.
Él, arriba izquierda, ojos azules, mirada reservada, ocupa tres para sí mientras su mirada busca encontrarse en los ojos de los demás (más como busqueda de confirmación personal que como inquisición profesional), el cuarto está asignado al tránsito, básicamente trabajo, y el quinto, el más grande, es una prolongación vacía de una actividad profesional que circula artificialmente aislada del exterior.
Ella, abajo derecha, ojos azules, mirada franca, apenas ocupa dos para sí mientras observa el abierto entorno urbano que abarca sus otros tres continentes, en cuyo centro vaga en busca de sus sueños, con la cabeza baja pero aún entre las dos marcas esféricas que determinan los límites de su estado anímico.
Él y ella son diferentes pero no todo lo que les gustaría pues el blanco ojo y el azul pupila les acerca tanto como el blanco código y el azul 46 les separa.